El día que decidí publicar mi blog me encontraba en ese
momento en el cual las ideas hacían tanto ruido que dormir era difícil, me
aturdían las palabras a cada instante, sentía la necesidad de plasmar mis ideas
en algo más que pensamientos y conversaciones ambientadas por café.
Escribir es mi forma de organizar la mente, sacar lo que me
pesa, desahogarme, sentirme liviana, pasar la página y seguir mi vida. A veces,
relatar mis ocurrencias es sencillo, otras no tanto, pero el resultado es el
mismo, plenitud, tranquilidad, serenidad.
Pero, este mes no ha sido fácil, han pasado tantas cosas, se
han ido personas, otras han regresado y yo me siento como si una tractomula de
18 llantas me hubiera pasado por encima, tan así es que mi mente es un
constante en blanco, un pasme permanente, sólo se activa de 8:00 am a 5:00 pm
los días hábiles, pero el resto del tiempo estoy desconectada. Eso es mi es
raro, conforme que los problemas los he tenido por pensar demasiado, por tener
la cabeza llena de imaginativos que me llenaban de ansiedad, miedos e
inseguridades; sin embargo, hoy con todo lo que he pasado, no tengo nada,
incluso recurrí a la música a ver si de ahí fluía algo y tampoco.
No sé si esto sea la paz antes de la tormenta, tampoco sé si
aprendí a fluir y entendí que darle tantas vueltas no sirve de nada, quizá
decidí soltar el control de aquello que no me pertenece y le deje las riendas a
la vida, sin entender cómo, porqué y para qué lo hace, pero lo solté. Yo solía
ser muy controladora, me creía la directora de la orquesta de mi vida y
pretendía que las personas a mi alrededor se movieran en determinados acordes
para que la melodía se ajustara a lo que yo quería escuchar, cuando eso no
pasaba me frustraba, deprimía, lloraba, era infeliz; siempre me decían que me
relajara, que dejara de pensar tanto, que fluyera, yo entraba en crisis al
escuchar esa palabra, “fluir”, acaso soy un rio, un grifo o algo que se
derrama, les decía. Hoy, sin saber aún si fluyo o no, estoy dispuesta a dejar
que las cosas pasen, a no pensar, a no racionalizar cada segundo que pasa de mi
vida, cada pensamiento, cada emoción, a ser yo y a no arrepentirme de serlo,
decidí hacer las cosas por la simple voluntad de mi libre albedrio.
Claro está, ya no seré la que propicie que ciertas cosas
pasen, tampoco seré la que busque determinada situación, menos haré X o Y acciones
para que la reacción sea Z, no, es demasiado trabajo orquestar la vida, es
desgastante querer que las personas se comporten de acuerdo a tu estándar,
estoy cansada de matarme la cabeza con ideas de cómo sería si… O que pasaría…
De verdad no quiero, hoy decidí tomar el rumbo de mi propia vida, quien quiera
estar en ella, pues que haga méritos, porque yo no cruzare océanos por personas
que no están dispuestas a mojarse un dedo por mí.
Lo anterior para muchos puede sonar retador, egoísta o que
definitivamente perdí la cabeza, pero a unos días de un cuarto de siglo,
dos décadas y media, 5 quinquenios, para quienes no hicieron las cuentas, a unos días de mis
25 años, ya no quiero sentirme mal cuando las situaciones no son lo que quería,
quiero simplemente vivir, quiero disfrutar de aquellos que siempre han estado ahí
y dejar ir a los que no, ya no tiene caso llamar la atención de quienes no
quieren prestarla, yo hoy 25 de septiembre a 23 días de mis 25 decreto que
suelto aquello que no quiere quedarse.


