Para los creyentes es una
práctica religiosa, para otros es expulsar un ente de una persona o de un
objeto, significados hay muchos; para mi, es volver a tener mi tranquilidad, mi
felicidad y mi mente en paz.
Todos y todas tenemos
fantasmas, demonios, innombrables, sujetos o sujetas que no quisiéramos recordar y menos volvernos a encontrar; sin embargo, aferrarnos a esa negativa
es impedir el crecer como personas, es bloquear la rueda del karma,
sencillamente, es estancarnos.
Para poder hacer un exorcismo es necesario seguir unas etapas, cuáles en detalle, no tengo idea,
pero cada año, en Semana Santa, me apego a las siguientes:
Domingo
de Ramos: Entramos en la etapa de aceptación, sabemos que estamos en
la inmunda, caídos en desgracia, llevados del putas y nos dejó caer, ya hemos
hecho de todo, hemos seguido cada uno de los consejos, nos hemos emborrachado
hasta el amanecer, hemos llamado a horas decentes y no decentes para pedir
cacao, para madrear, para cantar la tabla, hemos hecho el oso, hemos pasado por
las sabanas a raimundo y todo el mundo, también le hemos cogido pereza al amor
y deseamos tener en vez de corazón, una nevera llena de cerveza. Mejor dicho, nuestro
plan Detox ha sido una combinación de Hangover 1,2 y 3, el Lobo de WallStreet y
Proyecto X.
Sabemos que estamos mal, que
tiene más remedio un machetazo en la cara, por eso cuando uno toca fondo lo único que queda por hacer, es subir.
Jueves
Santo: Termina la Cuaresma, 40 días de ayuno, 40 días de recogimiento,
40 días de mierda, uno con tanto tiempo para pensar termina casi loco, aunque,
en Cuaresma con ese ayuno se puede aplicar esa maravilla llamada la “lipotuza”. Después de esos 40 días uno ya la tiene clara, sabe que ha dolido, va a doler,
pero no tiene ganas que siga doliendo, por eso, lo que no sirve que a otro le
estorbe.
Viernes
Santo: El Viacrucis, la pasión y muerte del sujeto de
nuestros afectos. Son 14 etapas, entre ellas la condena, el peso del error,
varias caídas, el apoyo de seres queridos, el despojo de los recuerdos, la
muerte y finalmente la sepultura.
En este día miramos
para atrás, únicamente para saber que allí no queremos volver. Analizamos todos
y cada uno de los detalles que nos robaron felicidad, nos damos látigo por pendejos,
a veces, hasta recaemos, pero, también descubrimos quien esta a nuestro lado
por mas cansones que seamos, por más monotematicos, siempre estamos rodeados de
personas dispuestos a darnos la mano una y otra vez.
No obstante, para poder
resucitar, hay que morir, para morir, es necesario dejar todo atrás, enterrar
aquello que nos llevó a estar clavados en esa cruz. Sólo
cuando mandamos al carajo todo recuerdo, es cuando sepultamos a nuestro yo
actual.
Sábado Santo: Después de morir, para poder regresar, es necesario
tiempo, asimilación, digestión, requerimos lamer las heridas, recargarnos,
reunir fuerzas. También, es necesario la soledad para escucharnos, entendernos,
conocernos. Este día pueden durar las ordinarias 24 horas, o puede extenderse
tanto como a su bien lo considere cada quien, es un proceso, una etapa, no una
carrera y de este tiempo depende el éxito del exorcismo.
Domingo
de Resurrección: Ahora sí que empiece la rumba, que se tenga el
mundo porque volvimos recargadas, divinas, sabiondas y cero pendejas. Somos la
mujer maravilla, sabemos qué queremos, dónde lo queremos y cómo conseguirlo.
En términos de tiempo, la
Semana Santa puede ser exclusivamente esos 7 días, pero siempre se permite la
prorroga, por un término igual o superior, todo depende de cada quien y de que
tanto le cueste salir del hueco, reparar el daño, ver la luz y seguir adelante.
Este domingo, comienza Semana
Santa, 3 días laborales, 4 libres, varias etapas por afrontar, no son fáciles,
un exorcismo tampoco porque podemos quedarnos en una de ellas repitiendo una
y otra vez el mismo patrón o se puede tomar la determinación de seguir
adelante, con cicatrices, pero más fuertes.