Si y ¡qué! Vivimos en una sociedad donde el amor para muchos
está sobrevalorado, a otros parece no importarle, para algunos es un tema
cursi, básico y sin relevancia; pero, Albert Einstein dijo: “Si todo te da
igual, estás haciendo mal las cuentas”.
¿A quién queremos engañar? Somos seres sociales por
naturaleza, las emociones nos gobiernan, el amor nos da tres vueltas, sin
embargo, vivimos para el rebaño, para ser uniformes, para encajar.
Piénselo, el grupo social de cada quien podría tener las
siguientes divisiones, los enamorados, personas que tienen una relación,
bonita, estable y duradera; los solteros empedernidos, aquellos que su libertad
es su mayor posesión y no la negocian ni por todo el oro del mundo y están los
importaculistas, viven el hoy, algunos se enfocan en su trabajo o su familia,
pero el amor simplemente no les es relevante.
Yo he formado parte de los 3 grupos, no al mismo tiempo,
pero si entiendo perfectamente el pensamiento de cada quien, lo que no
entiendo, es la manera tan cruel como se limitan las emociones, como expresarlas
es constantemente limitado, tener que aparentar que no se siente nada, que todo
resbala es la regla, en serio, no me cabe en la cabeza. Cómo es posible que en
pleno siglo XXI, luego de tantas batallas libradas por las libertades
personales vivamos en un mundo tan extraño en el cual decir, sí me ilusioné, él
no, jugó conmigo, me dolió, pero aquí estamos, sea un delito, te den
calificativos de sensible, blando o sin carácter. ¿A qué horas tener corazón se
volvió una causal de debilidad?
Yo soy un ser humano, mi corazón lo tengo para algo más que
bombear sangre, lo tengo para sentir, para permitirle ser, para dejarlo que
produzca todas las mariposas, las emociones, los nervios, las risas y hasta las
lágrimas que su parecer considere.
Defiendo con todo lo que tengo a aquellas personas que todavía
le apuestan al amor, que están nerviosas con una primera salida, que se llenan
de dudas sobre si llamar o no, que son víctimas de esa ansiedad previa a los
siguientes pasos. Las defiendo, si, lucho por ellas, también, porque soy una de
ellas. Soy una persona que no me da miedo decir que cree en el amor, soy una
enamorada de los detalles, disfruto ver a los enamorados, adoro la idea de un
día, espero no muy lejano, poder sentir y ser reciproca de un amor así.
Ahora, estoy en contra de todos aquellos que tienen el amor
en segundo plano, de los que se aprovechan de su belleza para obtener fines no
muy nobles, detesto a los que fingen amor para conseguir sexo, atención,
lujuria y salen corriendo ante la primer muestra de compromiso. Odio los que no
son sinceros, ya no tenemos 15, ya la idea del príncipe azul la mandamos a
recoger, queremos algo de verdad y queremos a alguien con los suficientes
pantalones para decir, ya no te quiero.
¿Por qué se les hace tan difícil? No están matando a nadie,
incluso podrían estar salvándolo, rescatando a una persona que podría estarse
ahogando en dudas, preguntas sobre ¿por qué no llamó? ¿Qué hice que se
desapareció? ¿Fue verdad todo lo que me dijo? ¿Me lo imagine? Ante el fantasmeo
los cuestionamientos no se hacen esperar, son los primeros en tocar la puerta. Tantos
interrogantes sin respuesta desequilibran a cualquiera, pero como todo nos debe
resbalar, nada pasa, se fue, si, ¿Por qué? Quién sabe, dejándonos una única salida,
pasar la página, pensar que después de uno siempre viene otro, mejor que el
anterior. Aunque, en el fondo, sin aceptarlo públicamente, todo sería más fácil
si tuviéramos una explicación, una razón que nos permitiera cerrar el ciclo,
una, la más mínima para entender, aprender y decirle a esa persona gracias, cuídate
y que tengas una bonita vida.
Lo anterior, sería el mundo ideal, es sencillo seguir
adelante luego de una explicación, pero cuando no se tenga, igual toca pasar la
página, recordar lo maravillosos que somos, sino todos tenemos amigos y estos
ya valoran ese conjunto extraordinario de rarezas que somos, así que estaremos bien.
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