Estamos en la época de la conquista por redes, a través de
un dispositivo móvil, un computador o una Tablet, pero del cara a cara, pocón
pocón, es más ya se me olvidó la última vez que me halagaron en un café,
restaurante, incluso en el metro.

Ahora, de las redes sociales a las que me refiero son las básicas,
Facebook, Instagram y Twitter, porque eso de Tinder, Happn, Suggar Daddy,
Adopta un man y sus similares, mi única interacción en ellas ha sido sus
anuncios en las páginas web que frecuento, pero no porque las satanice, no esté
de acuerdo con ellas, o algo por el estilo, no, simple y sencillamente, porque
no van conmigo, es decir, ¿qué te puede decir una foto acerca de alguien? ¿Así
de básicos nos volvimos? ¿Ya somos sólo superficie y nada de sustancia? Ahora,
digamos que hay mach, ¿Qué sigue? ¿La entrevista de estudias, trabajas, gustos,
etc.? Que poca emoción y que falta de todo.
Personalmente y sin ánimo de ser llevada a la orca, mil
veces prefiero sentarme frente a alguien, mirarlo fijamente a los ojos e
intentar descubrir que pasa por su cabeza, adoro tener la incertidumbre sobre
si el gusto es mutuo, me gustan los nervios al irme al baño o retirarme del
sitio y ver si la persona se queda mirándome o no. En fin, digamos que prefiero
el café tostado en cafetera de goteo a un café instantáneo.
Pese a todo lo anterior, no soy una cavernícola alejada de
toda la tecnología, no, de hecho, la amo y es un extensión de mi ser, sin
embargo, hay algo que no entiendo, digamos que te gusta alguien, han salido una
que otra vez, se está en la fase exploratoria y existen redes sociales, mismas
en las que cada like, cada me encanta, me divierte, me entristece y demás,
tienen un significado, uno que yo no entiendo, ahí sí que alguien me envíe el
manual para sobrevivir al amor en los tiempos modernos, porque abiertamente me
declaro impedida. Supuestamente es importante que esta persona de señales de vida
interactuando con tus fotos, publicaciones y demás vainas varias, nuevamente,
no entiendo. A ver, si antes de todo esto ya existía el Messenger, donde la
manera de llamar la atención de los tímidos era conectarse y desconectarse, la
de los valientes era saludar y la de los atrevidos era enviar zumbidos, ¿qué
nos pasó? Por qué retrocedimos? Íbamos muy bien, incluso, podría llegarse a
pensar que quienes usábamos Messenger en nuestra adolescencia, hoy somos
adultos jóvenes quienes debemos tener la capacidad de ir por aquello que nos
interesa, pero no, al parecer con un like es suficiente, en serio, que falta de
todo.
Y se los pongo más interesante, soy mujer, en este panorama
y a causa del machismo, debo hacerme la interesante, hacerme desear, no mostrar
el hambre, hacerme extrañar, ¿Por qué? Sencillo, porque por más revolución que
hagamos seguimos rodeadas de sujetos muy interesantes, pero con gustos
bastantes peliculares, esos de soy un hombre valioso, interesante, inteligente,
con metas, pero, me encanta la Barbie, cuál es el miedo a la mujer real,
aquella que también es inteligente, interesante, centrada, estudiada, culta,
pero al mismo tiempo es vanidosa, se cuida, es femenina… No es miedo, es pánico,
es pavor, es una ceguera comunitaria donde pareciera que no ven que para lograr
su imperio necesitan la mejor socia y esa en definitiva no es la Barbie, a
menos que tenga el chip de “Mujer que no gasta, hombre que no progresa”. Con
todo respeto, yo me salgo de ese paquete, prefiero estar construyendo mi imperio
rodeada de personas igual o más interesantes que yo, donde pueda ser yo misma,
así irreverente, a veces, imprudente, pero siempre con los ojos puestos en la
meta.
Finalmente,
si bien no entiendo esa mecánica del coqueteo en redes, prefiero ir a lo
simple, por más likes tuyos que tenga en mis timelines, si no haces el
esfuercito en esa bella aplicación llamada chat (Cualquiera que sea) para por
lo menos enviar un hola, sabré que no es que seas muy interesante o estés muy
ocupado, lo tuyo sencillamente es falta de interés y por ende a mí, no me
interesas.