No me gustan las etiquetas, como diría Madonna, “te limitan”.
Sin embargo, durante un tiempo una duda me estuvo dando vueltas lo suficiente como
para tomarla en serio y definir por lo menos yo qué quiero.
Comencemos, constantemente conocemos personas, todas inician
con una hoja en blanco y todas las posibilidades abiertas, pero, al pasar el
tiempo, de acuerdo a sus características propias estas se van sesgando,
encasillando, clasificando o etiquetando. Cuando esto pasa, podemos tener
varias reacciones, aceptamos que esto es así y disfrutamos esa clasificación;
tratamos de cambiarla o desistimos de nuestro plan con esa persona y la dejamos
ir.
Como dije anteriormente, al inicio la hoja está en blanco,
las posibilidades son infinitas y el cielo es el límite, incluso las etiquetas también
son muchas, porque como leí alguna vez, el novio es una especie en vía de
extinción y cada vez son más los términos para referirnos a las no-relaciones.
Entonces, yendo en contra de mi propia filosofía, si bien no quiero que sea mi
novio, tiene los méritos suficientes para permanecer en mi vida, así que podría
llamarse, el mientras tanto, o acoger la teoría de las mandarinas, aquella que
indica que mientras llega la media naranja, se van comiendo mandarinas.
Llegar a esta conclusión no fue fácil, de hecho, fue
sometida a debate, en donde surgieron preguntas tales como, si no quieres que
sea tu novio ¿Por qué sigues ahí?, ¿Y si te dice que seas su novia?, esta última
me puso a pensar más, no porque no le tuviera respuesta, sino por lo automática
de la misma, no quería ser la novia (léase con terror), entonces, si así era, ¿Qué
quería?, sabía que quería continuar, pero si se acaba me dada igual, esa
actitud conociéndome como me conozco, es lo menos yo del planeta, conforme que
todos los susodichos que pasan por mi vida me los he imaginado como novios y
cuando no me consideran material de novia, me cuestiono, así que, a este ¿Qué le
pasó? ¿Qué le falta? ¿Algo le sobra?, otra vez pensando y comparando, por más
odioso que sea, le encontré respuesta, le pasó, le faltó algo muy sencillo
valorarme, en el preciso momento que dejo ver su carencia de valor, no sólo
hacía mí, sino hacia el género femenino, entendí que yo no podría compartir
algo tan bonito como es un noviazgo, con una persona así.
Mi tesis es la siguiente, sabemos y estamos acostumbrados a
los hombres perros, don juanes, casanovas, los cuales tienen en común el
excesivo detalle, ese ensalzar a la mujer de tal manera que se siente única e
irrepetible. Sí, la mayoría después de conseguir su objetivo se van y se cae
toda su parafernalia; pero, en la conquista son los mejores para inflar egos.
Sin embargo, este no era el caso, su estrategia de conquista era bastante básica,
por no decir que inexistente; no obstante, ese no era el problema, la cuestión
de este asunto era que no se si por ser narciso, importaculista o un odio
profundo hacía las mujeres, estas eran tratadas como objetos, te uso, te boto y
ni me acuerdo. ¡Por Dios! ¿Cómo una mujer puede permitir eso con ella misma?,
somos seres humanos y así estemos vacíos y nuestro único fin sea respirar,
merecemos unos mínimos.
La anterior situación me llevo al imaginario de, siendo la
novia de este sujeto, sería el “pobrecita” de muchas personas que lo conocen y
eso es ir en contra de mi misma, ya que prefiero producir miedo que producir
lastima, nunca quisiera estar con una persona que no reconozca el valor que
tengo, que me vea como objeto o que vaya por la vida creyendo que el mundo gira
a su alrededor. De sólo pensarlo me da gastritis.

Entonces, querido mientras tanto, si me estás leyendo,
quiero que tengas la plena seguridad que no me enamoraré de ti, porque ya estoy
muy enamorada de mí, además, sé que nunca reconocerás mi verdadero valor,
porque tu deporte favorito y en el que eres campeón, es el subestimarme y que
equivocado estás con todas las teorías que tienes de mí. Si bien iniciaste con
el viento a tu favor, solito te encargaste de cambiar las fichas, vibraste en
una frecuencia que no me permite más que planes a corto plazo y muy seguramente te diga adiós repentinamente cuando llegue alguien que sí valore quien soy, a parte de mi
misma, claro.